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CULTURA

9 de julio de 2023

Cosa e´Mandinga

A veces, un pequeño elemento discordante puede torcer el curso predeterminado de las cosas. Como en este relato de María Isabel Moronta, que con un aire risueño de fábula moral, viene a contarnos que, a veces, Dios y el Diablo juegan a las cartas, y pueden hacerse trampas…

Cosa e´Mandinga

Dicen que Mandinga llegó a la Tierra, en uno de sus viajes de rutina, con intención de hacerse de algún alma desprevenida para su colección del Infierno.

El Diablo se camuflaba entre la gente pero, aunque calzaba lustrosos zapatos de moda, siempre llevaba un par de calcetines rojos que le recordaban quién era, y cuál era su propósito. En su guarida terrenal, mientras se vestía para la ocasión, uno de sus demonios enumeraba las posibilidades de esa noche: un hombre abandonado con el corazón roto, bebiendo a destajo en un bar; una amante despechada dispuesta a todo con tal de dejar de ser una amante; una anciana abandonada en un hospital implorando no dejar sola este mundo; un mendigo a la intemperie en la noche helada; un artista frustrado…las almas desconsoladas eran infinitas, relataba el demonio cuando el maléfico interrumpió con un alarido.

─ ¿Dónde está mi calcetín rojo? -vociferó desesperado mientras caminaba por la habitación con un solo calcetín.

Su asistente, desorientado, se encogió de hombros. Sabía que los calcetines rojos eran la inspiración de Mandinga, que lo mantenían en foco mientras llevaba a cabo la colecta de almas. La noche ya estaba pronta a caer y, aunque se pasó una hora buscando el calcetín rojo, al fin el Diablo tuvo que salir sin medias.

Visitó a cada uno de sus potenciales clientes y, tal cual era su virtud, pudo ver sus almas rotas, dolidas, desgarradas, vacías.

Puede que sea cuento, pero dicen por ahí, que aquella noche helada, el mismísimo Satanás sanó cada una de esas almas, las animó y les dio consuelo y valor para seguir adelante, mientras en el Cielo, Dios reía satisfecho blandiendo un calcetín rojo.

                                                                     

MARÍA ISABEL MORONTA

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