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4 de julio de 2023

Sequía en economía primarizada

CLAVES EN UNA PÁGINA

• La sequía se llevó puesto todo en 2023.

• Los datos de actividad para el mes de abril borraron el crecimiento previo. La baja de las exportaciones tiene costos.

• Con restricciones múltiples en el marco del crédito del FMI, las secuelas del evento climático golpean mucho más.

• Con una matriz de ventas externas tan concentrada en productos primarios, la economía está expuesta a estos shocks.

• Dadas las importaciones poco elásticas, la contingencia afecta el PBI potencial.

• En este informe semanal analizamos la dinámica externa en contexto de sequía

• Examinando los números del comercio exterior, discutimos las consecuencias de dependencia primaria y la necesidad de diversificación de las exportaciones.

• En cuanto a las proyecciones macro, modificamos la previsión inflacionaria a un 135% anual por la inercia del proceso.

• Sostenemos la estimación del Dólar MEP hasta $580 para el final de este año

• Mantenemos una señal de posible revisión sobre la estimación de déficit fiscal, dado el duro impacto de la sequía

• Conservamos la marca de acumulación de reservas en un rojo de U$S 4.000 M, a la espera de la definición final del FMI.

• En cambio, no alteramos la proyección del PBI en caída del 2% por el efecto de la sequía y las distorsiones de la macro.

 

PEOR SEQUÍA EN 100 AÑOS

La falta de lluvias de este año nos mostró desnudos ante la dependencia de un agro híper competitivo y con la capacidad de generar divisas para abastecer a otras actividad, que son mayoritariamente deficitarias. Lo que se presenta como un imponderable de baja probabilidad nos lleva a preguntarnos qué estrategias podría implementar un país de desarrollo medio como Argentina para blindar sus cuentas externas de todo tipo de episodios inesperados, que puede interrumpir el auge económico con consecuencias de orden social.

En números, la balanza del comercio de bienes acumula a mayo un déficit de U$S 2.690 millones, que contrasta con el superávit por U$S 3.208 millones que se registró en los primeros cinco meses del 2019. Se explica por una retracción de las exportaciones del 22,1% acumulado, contra una merma de solo el 6,3% de las importaciones. En detalle, las ventas por productos primarios se desplomaron 41,4% entre enero y mayo, las manufacturas agrarias retrocedieron 23,7%, los productos industriales bajaron 5,6% y el rubro de combustibles se mantuvo estable.

Entre las principales partidas afectadas se cuentan la de cereales, con una caída interanual del 53,2% en los primeros cinco meses del año y las grasas y aceites, que descendieron 30,1% en el acumulado 2023. Si tomamos los dólares que ingresa todo el complejo soja, se tiene un derrumbe del 40,2% en valores. Esto representó U$S 6.200 millones menos para las exhaustas arcas del BCRA hasta mayo. Proyectando lo que resta del 2023 e incorporando los demás cultivos, estimamos un daño total de U$S 18.500 millones en el año.

El flagelo de la sequía no fue el único este año. A la notoria reducción de las cantidades exportadas se suma un recorte del 6,4% promedio en los precios de nuestras ventas comerciales. Este descenso es mayor a la caída de precios de las importaciones (-1,9%), redundando en un deterioro de los términos de intercambio. En buena medida se explica por el retroceso de los commodities en el mundo, después de una escalada significativa en un 2022 de incertidumbre global por la cuestión Ucrania.

Este año, además, la cosecha de los principales países productores fue muy satisfactoria, derivando en un exceso de oferta en mercados de referencia. El doble impacto de precios y cantidades golpeó duramente a una economía plagada de problemas macro y con urgencia para acumular reservas internacionales que permitan hacer frente a los compromisos de deuda. El evento climático está contemplado en el programa con el FMI y es lo que amerita la revisión de las metas fiscales y monetarias. Aún así, la contingencia afecta el crecimiento potencial 2023, y tiene efecto indirecto sobre el empleo y los salarios.

En el análisis de contrapartes comerciales hay números que preocupan. Entre enero y mayo el déficit del intercambio con Brasil superó los U$S 2.100 millones, mientras que el saldo bilateral con China escaló a un rojo de U$S 2.400 millones. Lejos de explicarse meramente por el factor sequía, el resultado negativo con nuestros principales socios comerciales es crónico. Tuvo lugar en toda la última década. Esto genera inconvenientes, como el menor margen para acumular reservas internacionales y necesidades de financiamiento más amplias.

LA DEPENDENCIA PRIMARIA

Al respecto, el mecanismo de intercambio de monedas (swap) con China se convirtió en un mecanismo permanente para evitar que se interrumpa el flujo comercial. Tras sucesivas renegociaciones este swap cuenta con un tramo de libre disponibilidad que se puede aplicar a todo tipo de pagos, como los servicios de deuda al FMI. La subordinación comercial con las principales potencias mundiales va migrando a una sujeción de carácter financiero y empeorando las perspectivas de largo plazo.

El debate cambiario tiene relevancia por las frecuentes críticas sobre el sesgo anti exportador. El dólar oficial en la gestión Fernández se retrasó 22,6% acumulado, y está actualmente en niveles compatibles con los meses previos a la devaluación del 2018. La segmentación agrega un factor distorsivo, aumentando los incentivos al adelanto de importaciones y a maniobras elusivas para subregistrar las ventas al exterior.

Estos problemas también valen para los rubros de servicios, donde se diseñaron trajes a medida imperfectos para sectores muy dinámicos como la economía del conocimiento, pero que no son suficientes. Empujando el argumento, el cepo no solo atenta contra la sostenibilidad de la balanza de pagos, sino también es un obstáculo al desarrollo, desalentando las actividades pujantes y agudizando la tendencia a la especialización por ventajas competitivas estáticas. El próximo gobierno deberá empezar la normalización del mercado de cambios dándole viabilidad política. Las experiencias 2015 (shock sobre colchón de reservas) y 2019 (plan “vamos viendo”) no fueron casos exitosos.

La dependencia primaria es un dato permanente de nuestra economía, y un determinante de los fenómenos de stop & go que fueron recurrentes desde mitad del siglo pasado. Para ilustrar, siete de cada diez dólares de exportaciones hoy se explican por bienes primarios, productos agrarios y combustibles. En 2015 este agregado era 2,5 puntos más bajo, a expensas de una menor incidencia de los combustibles.

La notoria importancia de los recursos naturales implica oportunidades y riesgos para Argentina. La mayor contrariedad es cierta sujeción a precios más volátiles, con ciclos alcistas y depresiones de magnitud. También suele plantearse un deterioro secular de los precios relativos, pero la evidencia en este respecto no es concluyente. Parece estar más en función del esfuerzo de cada país por integrar cadenas de valor local, invertir en investigación y promover la innovación. En cualquier caso, es real que la primarización de la matriz exportadora argentina nos expone a fluctuaciones exógenas que decantan en momentos de prosperidad y otros de escasez. Cuando operan restricciones objetivas como el crédito con el FMI, el escenario se vuelve duro.

En el plano de la política económica este año se administró la escasez con una centralización férrea de las autorizaciones de importación y generando condiciones para el financiamiento de empresas con sus proveedores, pateando pagos a varios meses vista. En un contexto de emergencia no hay espacio para soluciones estructurales. Quedará para la próxima administración propiciar condiciones de mayor estabilidad para conseguir el ‘salto exportador’ en una mayor cantidad de sectores, de modo tal de aminorar la fuerte dependencia primaria.

 

Fuente: Consultora Sarandi

Twitter: @EconomiaSarandi

Instagram: @EconomiaSarandi

 

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