Hace algunos días, ha surgido, motorizado por el Director General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, Lic. Alberto Sileoni, el tema de la repitencia de los/las alumnos/as que no aprueban todas las materias de un año lectivo.

Muchas han sido las voces que han surgido para atacar o elogiar la idea (que, por el momento, es sólo un Proyecto a debatir).

Lamentablemente, buena parte de los pareceres publicados, no obedecen a análisis y desarrollos con prioridad en la educación sino que son expresiones partidarias que buscan oponerse a todas las medidas de un gobierno que no es de su color.

La excusa para ello es que este tipo de proyectos apunta a “hacer política”. En esto, aciertan, tal vez sin quererlo: Es HACER POLÍTICA Y ASÍ DEBE SER.

Una descalificación sistemática de todo lo que tenga que ver con la política ha penetrado en la opinión pública mucho más de lo deseable y de lo justo.

Esa invasión va consiguiendo que se tome como pernicioso todo lo que signifique incorporación de derechos, resolución de inequidades, aperturas culturales o incorporación de minorías. ESO ES POLÍTICA.

Este combo, de efecto no visible en principio, pero de un poder de daño  profundo, no es ajeno al tema que estoy encarando.

La educación (sobre todo la pública) es, para muchos sectores  poderosos económica, social y/o intelectualmente, un estorbo, una piedra en su afán de dominación.

Por eso, cuando menos sean los que avancen formándose en el conocimiento y en la capacidad crítica, más sencillo les será su trabajo de pastores de rebaño.

Podríamos decir que a la educación formal se la podría analizar en cuatro situaciones: la SOCIABILIZACIÓN de los/las educandos/as, las técnicas de aprendizaje de los/las educadores/as, los CONTENIDOS necesarios culturalmente y, finalmente, las EVALUACIONES de la relación enseñanza/aprendizaje.

Enfocar la lupa solamente en la evaluación de los/as alumnos/as es casi anecdotizar el tema, pero merece ser tratado porque es la punta del iceberg del sistema: lo que se ve pero, sobre todo, lo que la comunicación hegemónica resalta.

Cierta estrictez en cuanto a esquemas horarios de los institutos educativos es, por ahora, imprescindible para cumplir con la primera de las tareas, la de la sociabilización.

La actualización de los modos de enseñanza y de la tarea de los docentes debiera ser un tópico que trascienda las paritarias salariales (que no pueden dejarse de lado, bajo ningún concepto), para lo cual el personal que da clases tendría que tener tiempo disponible y ámbitos de formación superior para adaptarse al ritmo de los tiempos que corren.

Con todo lo que he señalado, queda claro que el sistema educativo tiene bastantes baches que impiden que se concreten con eficacia los fines que merece una educación progresista como la que muchos queremos.

Por eso, apuntar a que prioritariamente se apliquen correctivos, sanciones, expulsiones, repetición de años o grados, todo eso con fondo claramente meritocrático, es poner el carro adelante del caballo (derechos de autor: mi abuelito) (JCBM)

OTROS DIJERON:

“Pasar o no pasar no es fundamental. Lo fundamental es saber, es trabajar con los/las educandos/as para que ellos/as APRENDAN A APRENDER, y no para que memoricen transmisiones mecánicas y después hagan pruebas sobre la memorización mecánica de un saber falso a partir del cual serán aprobados/as o reprobados/as.” (Paulo Freire, brasileño, 1921/1997)

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“La repitencia es un modelo pedagógico arcaico. Supone que volver a enseñarle exactamente lo mismo y de la misma forma a un/a alumno/a hará que lo aprenda. Además, está probado que la repitencia produce un efecto devastador en la autoestima de el/la alumno/a, un factor central en su aprendizaje” (Juan Carlos Tedesco, argentino, 1944/2017)

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