Como en el antiguo relato griego de la guerra de Troya, donde la joven princesa Casandra auguraba los males que sobrevendrían a su pueblo, en este cuento de Laura Thomas que es más bien una intuición, una joven tiene la facultad de predecir el porvenir, o mejor, adivinar la muerte próxima de un alma buena. Facultad que ejercerá hasta el final.

EL VUELO

Con un pie sobre el césped y un libro en la mano se hamacaba.

La vista perdida lejos, entre los pinos y el lago.

La bandada de palomas se dibujó en el paisaje. Eran blancas, brillantes.

Iban en formación y volaban lento.

Y supo, o mejor dicho, estuvo segura. Llevaban un alma pura hacia su último destino.

Recordó el sueño donde por primera vez percibió esa imagen.

Tenía escasos catorce años. Vio a las aves atravesando el aire de su calle oscura, apenas el leve reflejo del farol de la esquina, alineadas en ese leve desplazarse, casi sin aletear.

A los pocos días le dijeron que esa noche había fallecido el querido y anciano profesor de Caligrafía. Alma noble merecedora del cortejo áureo.

Esporádicamente se cruzaban con ella, en sueños, o como esta vez, cuando su mente estaba en reposo.

Intentó convertirlo en premonición, adivinar quién sería llevado por tan magnífica escolta.

Le llevó tiempo y concentración.

Lo logró. Pero no siempre fueron bien recibidas sus predicciones. Especialmente por los familiares ya que como dije, los que partían siempre eran gente iluminada.

La tacharon de bruja, de embustera, de mal agüero. Muy pocos comprendieron su intención.

Ahora espera su momento.

La revelación la recibió en medio de ensoñaciones.

Las palomas la rodearon, percibió sus pensamientos. Supo que pronto sería su hora.

Comprendió su destino.

Sería integrada a la bandada.

LAURA THOMAS