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13 de febrero de 2022

El CONICET estudia cómo se desarrollan las carreras de las investigadoras e investigadores y la brecha de género en ciencia

Por: Carlos Rodriguez

Se intenta desentrañar, entre otras cuestiones, algunos de los factores que intervienen en el desarrollo desigual de la carrera.

Cuando una persona accede a la Carrera del Investigador/a Científico/a del CONICET lo hace en la categoría inicial: se convierte en Investigador/a Asistente. Ahora bien: cada científico/a, cada cierta cantidad de años, puede pedir una “promoción”: se somete un proceso de evaluación ante un jurado que analiza sus antecedentes y sus proyecciones como científico/a, y da su veredicto sobre si es pertinente que ascienda. Si su pedido es aceptado, el/la investigador/a pasará al siguiente escalafón de la carrera: Investigador/a Adjunto/a. Unos años después, podrá pedir una nueva promoción hacia la categoría de Investigador/a Independiente, más adelante podrá postularse para ser Investigador/a Principal y, por último, podrá acceder al escalafón más alto de la carrera: Investigador/a Superior. Sin embargo, esta carrera no será igual para hombres y para mujeres: la trayectoria será diferente por cuestiones personales, sociales, culturales e incluso por los cambios en las regulaciones de la propia carrera del CONICET, y eso impacta de manera distinta en los campos de conocimiento. Sobre esas diferencias es necesario reflexionar en el marco del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia que se celebra cada 11 de febrero: una fecha instaurada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015 para promover el acceso y la participación plena y equitativa en la ciencia y tecnología para las mujeres y las niñas.

En el Estudio de trayectorias de investigadores e investigadoras (1985-2020), un análisis que se encuentra desarrollando la Dirección de Evaluación y Planificación Institucional del CONICET liderado por Cynthia Jeppesen, Gerenta de Evaluación y Planificación, se vislumbra que las científicas tardan más que los hombres en avanzar en los distintos escalafones de la carrera, e incluso muy pocas logran llegar a las categorías más altas. Sobre este punto, Graciela Clotilde Riquelme, asesora científica del estudio e investigadora principal del CONICET retirada ad-honorem, explica: “Estas evidencias deben interpretarse con cuidado, pues existirían estilos de carreras por género de ritmos peculiares, y que las duraciones deberían estudiarse en función de la relación entre las entradas, las permanencias en categorías con la producción científica de la y los investigadores, es decir hay que comprender que pese a ritmos más lentos pueden existir logros en publicaciones, documentos originales, innovaciones, transferencias e intervenciones en la realidad social y productiva. Un rasgo importante es la denominada feminización de la población científica, coincidente con la expansión de la matrícula y la graduación de las mujeres en la educación superior”.

Esa diferencia entre mujeres y varones dentro de la Carrera Científica es lo que se conoce como “brecha de género”. “La brecha de género (en inglés gender gap) es una construcción analítica y empírica que muestra la diferencia entre las categorías de una variable en relación con las tasas masculinas y femeninas, donde las desigualdades  tienen que ver con la participación, acceso a oportunidades, derechos, poder e influencia, remuneración y beneficios, control y uso de los recursos, que les permiten garantizar su bienestar y desarrollo humano –subraya Riquelme-.​ Las brechas de género se expresan en todas las áreas del desempeño, como el económico, social, laboral, cultural, sanitario, etc. Se fundan en la jerarquización de las diferencias entre hombres y mujeres y se expresan de distinta manera según el área de que se trate. Esta situación de desigualdad se hace cada vez más visible y es necesario comprender y lograr debatir en los ámbitos de la carrera del CONICET, para promover cambios”.

El equipo interdisciplinario que lleva adelante el Estudio de trayectorias de investigadores e investigadoras (1985-2020) se conforma por especialistas en ciencia y técnica, gestión pública y demografía. Comenzaron este estudio de largo aliento en 2021, con el objetivo de analizar el modo en que se desempeña el conjunto de investigadores e investigadoras que conformaron el sistema científico entre 1985 y 2020. La finalidad que se plantearon, además, es comprender las características de las carreras y el tipo de producción según campos de conocimiento y las diferentes regulaciones que pueden incidir en el desarrollo y promociones de las investigadoras frente a los investigadores, interpretando y ponderando las razones, y comprender cómo inciden los ciclos de vida –cuidado y maternidad-, pero también analizar las formas de organización de los grupos de trabajo, las normas de evaluación según disciplinas y verificar los cambios a lo largo de las diferentes conducciones políticas.

“La investigación de la Gerencia impulsa indagar con análisis multifactorial y otros relevamientos los rasgos de la producción científica, para verificar la existencia de otros factores. Los primeros hallazgos tienen correlación con estudios realizados a nivel internacional sobre la carrera académica, en los que se ve que en líneas generales las mujeres también avanzan más lento que los hombres”, puntualiza Jepessen, recientemente designada por el Directorio del CONICET para integrar el Global Research Council, un espacio que cuenta con representantes de todos los continentes para diseñar e implementar mejoras en las prácticas de evaluación en la ciencia.

El estudio cuenta con la colaboración de la Gerencia de Recursos Humanos del organismo y también de la Gerencia de Organización y Sistemas en el armado de la base de datos. “Encarar un estudio de tal envergadura en el CONICET sienta las bases para lograr un sistema de información sobre la dotación y trayectorias en términos cuantitativos y cualitativos”, analiza Riquelme, que además es referente del campo de la Economía de la Educación y Economía Política de la Educación. “También para elaborar y sistematizar algunos hallazgos de comportamiento sobre los rasgos prevalentes en el acceso, desarrollo de las y los investigadores por campo científico, de acuerdo a periodos y campos científicos y orientar a las comisiones de pares en la elaboración de criterios y términos de la evaluación de la Carrera del Investigador/a Científico/a”, añade.

Etapas del estudio

La primera etapa de este estudio, realizada el año pasado, incluyó un relevamiento exhaustivo de bibliografía, que permitió luego al equipo realizar una propuesta de metodología. Desde ese punto de partida, además de contar con el asesoramiento de Riquelme, el equipo estableció un diálogo con otros investigadores e investigadoras del CONICET que tienen como objeto de estudio la carrera académica, en algunos casos incluso abordando cuestiones de género dentro de sus investigaciones. Luego, el equipo de trabajo fijó las preguntas que guiarían el estudio: ¿cómo fue variando la población de investigadores e investigadoras a lo largo del tiempo?, ¿de qué manera las políticas de los últimos años terminan impactando en la evaluación para el ingreso y la promoción?, ¿de qué modo afecta a la carrera de investigadores e investigadoras según la disciplina?, ¿cómo llegan a promocionar en las distintas categorías?, ¿qué diferencias se establecen según el género, el lugar geográfico y otras variables? El análisis se realizó por períodos políticos, tomando desde la vuelta a la democracia pasando por las distintas reformas del Estado y la crisis del 2001. “El CONICET del 85 es diferente al del 2020 y también al del 2010: encontramos rasgos distintivos para cada una de las grandes áreas de conocimiento”, asegura Jeppesen.

Cabe recordar que las grandes áreas del conocimiento que comprende la Carrera del Investigador/a Científica del CONICET son cinco: Ciencias Agrarias, de las Ingenierías y de Materiales, Ciencias Biológicas y de la Salud, Ciencias Exactas y Naturales, Ciencias Sociales y Humanidades y Tecnología. “Observamos que el Gran Área de las Ciencias Biológicas y de la Salud es de la más feminizadas, en el sentido de que está compuesta por más mujeres que varones, y además es una de las áreas que más tempranamente se feminizó: es el área que mayor desbalance presenta a favor de las mujeres. Ciencias Sociales y Humanidades también es un gran área históricamente feminizada. Incluso Ciencias Agrarias, de Materiales y de Ingeniería, que no era feminizada, en los últimos años, probablemente gracias a la apertura hacia otros campos como la biodiversidad o los recursos naturales, se feminizó. Y en cuanto a las Ciencias Exactas y Naturales, no son alcanzadas por este proceso de feminización, sino que siguen siendo predominantemente masculinas”, puntualiza Jeppesen.

Riquelme señala una paradoja interesante que forma parte de los primeros hallazgos de este estudio: “Advertimos que en 1985 el número de investigadores superaba al de investigadoras. Para el año 2010 la cifra se empareja y, de allí en adelante, crece más la cantidad de investigadoras que la de investigadores. En todos los períodos la tasa de crecimiento de varones es inferior”. En este sentido, Riquelme reflexiona: “En tanto las mujeres optan en menor medida por estudios en las áreas de Ingeniería y otras ciencias aplicadas versus su participación mayoritaria en carreras de Ciencias Sociales, Humanas y de Salud, situación que es común en los países latinoamericanos, estas elecciones reflejan también en el tipo de ocupaciones de las mujeres, en tanto tienen una menor participación en el sectores o actividades vinculadas con la ciencia y tecnología”.

En el marco del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia., Riquelme concluye señalando que la educación debe promover “la libertad en el descubrimiento de la realidad social y productiva y la identificación de posibilidades de intervención pues son necesarias tanto para varones como para mujeres, y se deben derribar prejuicios respecto a espacios predeterminados para mujeres diferentes que para los varones. Las generaciones jóvenes ya están actuando con esas libertades incursionando en áreas limitadas por prejuicios predeterminados. Este estudio permitirá seguir trabajando para conocer mejor a nuestro sistema científico e intervenir para lograr derribar los prejuicios que aún perduran”.

 

El equipo de la Gerencia de Evaluación y Planificación del CONICET que lleva adelante este estudio, liderado por Cynthia Jeppesen, está integrado por Mariela Goldberg, Melina Fischer, Graciela Contreras y César Diego.

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