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21 de diciembre de 2021

"Sòlo un recuerdo"

Por:

Estaba ya por iniciarse la primavera, se podía sentir un aire cálido, tibio, que invitaba a salir a caminar. Era una de esas tardes en las cuales te sientes con muchas ganas de estar con tu pareja, de tenerla a tu lado tomada de la mano, mirándola a los ojos y ver ese inmenso amor que suele surgir entre dos seres que se aman.

El lugar estaba lleno de personas, en la gran mayoría ancianos, Delia miró a su alrededor buscando insistentemente a su esposo en medio de los presentes y no le veía, sin embargo, se topó con la mirada de un hombre de unos cincuenta y cinco años, con unos hermosos ojos castaños que la hicieron estremecer.

Inmediatamente dirigió su vista hacia otro lugar, pero le era casi imposible dejar de observarle. Se sentó en una de las mesas que estaban desocupadas y él la imitó colocándose justo en frente de ella, podía sentir como el rubor le subía al rostro, las manos le sudaban, parecía una quinceañera en su primer encuentro romántico. Seguía buscando a su esposo en medio de la multitud y aun no aparecía, donde se había metido, si estuviese allí aquel extraño no estaría observándola como lo hacía.

Su mirada se posó sobre el hombre y ella sentía que le conocía, no sabía de dónde ni cuándo, pero le había visto, sólo fueron segundos que a ella le parecieron eternos, él la miraba con ternura y amor, como si al igual que ella le recordase de algún lugar. En ese momento comenzó la música y algunos se acercaron a la pequeña pista de baile y sin que ella lo hubiese notado allí estaba aquel hombre con la mano extendida invitándola a bailar, por un instante dudó en aceptar, pero algo invisible la hizo levantarse y tomándolo de la mano se dirigieron a la pista. Como si sus cuerpos se conocieran se unieron en un suave movimiento al compás de la música. Delia se sentía extasiada, como embriagada de amor y no sabía el por qué.

Él fue el primero en romper el silencio que los había sumido a los dos… 

“Esa canción es hermosa siempre me ha gustado bailarla, (la miró a los ojos y dijo) es igual a ti, suave, sublime y sensual”

Delia no sabía si ofenderse o sentirse halagada por lo que había escuchado. Recordaba que a su esposo, al igual que aquel desconocido, le gustaba la misma canción. Volvió a preguntarse dónde se habría metido. La música terminó y el hombre la llevó hasta su mesa, con tal gentileza que parecía sacado de una novela rosa. Miró su reloj y se dijo para sus adentros que ya su esposo no llegaría.

Sintió curiosidad de cómo se llamaría el desconocido, pues no quería recordarle sin saber su nombre.

“Disculpe, (ahora fue ella quien rompió el silencio) cuál es su nombre…

La mujer se sentía intimidada por aquellos ojos castaños que ahora la miraban con tal ternura que sentía que casi se desvanecía.

“Esteban, Esteban Cortés, para servirle a usted” al pronunciar su nombre dejó relucir dos hileras de dientes blancos, casi perfectos. Delia también pronunció el suyo casi en un susurro, sin embargo, el hombre parecía conocerlo, pues no intentó que ella lo repitiese de nuevo.

Cada quien estaba ya en sus lugares cuando un hombre vestido de blanco se le acercó a la mujer, le dijo algo al oído y ella con cierta timidez se retiró del lugar, no sin antes echarle una última mirada a Esteban quien la observaba con tal ternura y amor que ella creyó reconocerle en lo profundo de su corazón.

Ya en la calle Esteban estrecha la mano del hombre vestido de blanco, era el enfermero que cuidaba de su esposa Delia, quien padecía de Alzheimer y a pesar de que nunca más sabría quién era él, su amor hacia ella era tal que seguía viniendo todos los domingos a visitarla. Su trabajo no le permitía cuidarla, pero disfrutaba ese corto tiempo que pasaba con su amada, aunque sólo fuera un recuerdo para ella. 

FIN

Kary Temponi

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