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14 de diciembre de 2021

PUPIS

Por:

Había una vez una perrita llamada Pupis. Ella solía salir todas las tardes a pasear con su dueña, quien la amaba profundamente, ambas se divertían corriendo entre los árboles, retozaban en el suelo, brincaban y gritaban de pura felicidad. Pupis apenas era una cachorrita, pero entendía perfectamente los deseos de su ama, era obediente y realizaba todas las piruetas que le pidiesen.

Sin embargo, en la vida no siempre todo es como en los cuentos de hadas, pues Marián estaba enferma, tenía una extraña enfermedad, que poco a poco la estaba dejando paralizada. Una mañana no pudo salir más a jugar con Pupis, quien como todos los días la fue a buscar entre ladridos para que fuesen al parque, “Hoy no podré salir contigo, (dijo la niñita entristecida) probablemente mañana me sienta mejor”. Lo que Marián no sabía era que sus días estaban contados y más nunca podría correr.

Los días pasaron y la niña no volvió a salir de su cuarto y Pupis veía como su amiga de juegos se iba apagando lentamente, sus ojos que antes tenían tanta chispa hoy estaban nublados por el velo de la muerte que ya estaba cerca.

Pupis permanecía sentada frente a su cuarto, a veces lo correteaba porque las personas entraban y salían de él. Ella no comprendía lo que sucedía, lo que sí comprendía era que ya no quería saltar, ni correr, ni jugar sólo deseaba estar allí echada frente al cuarto de la pequeña que en muchas oportunidades la llenó de abrazos y besos, a pesar de que la puerta permanecía cerrada ella lograba sentir el aroma de la niña y eso la hacía sentirse unida a ella.

Una tarde la dejaron pasar, casi brincaba de la alegría, movía su cola de un lado a otro, pero su felicidad duró poco, pues al ver a la niña con la cual había compartido sus juegos y risas vio que esa llama de vida se estaba apagando, la levantaron para que Marián la pudiese tocar y al sentir como la acariciaba sabía que había llegado a su fin. Una lágrima salió de los ojos de la pequeña y Pupis soltó un ladrido que luego se convirtió en un aullido, toda la habitación se oscureció, la sacaron rápidamente de allí, sabía que ya había partido, el llanto no se dejó esperar, los padres de Marián abrazaban a su hija y Pupis más nunca le vería.

Una tarde echada ante la tumba de Marián, cuando estaba decidida a morir con ella, sintió una suave mano que la acariciaba y una dulce voz la hizo estremecer y al levantar el hocico una hermosa niña le habló: “Qué haces aquí, Tú también perdiste a alguien? Yo perdí a mi padre y lo extraño mucho. (Una lágrima rodó por su mejilla y abrazó  con fuerzas a la perrita, quien le respondió lamiéndola).

¡Ese fue el fin de una profunda tristeza, y el principio de una hermosa amistad!

Pupis volvió a vivir días de juegos y felicidad al lado de otra niña que la amaba tanto o más como Marián, y esta vez ni la muerte, las podría separar.

 

Kary Temponi

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