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7 de diciembre de 2021

MISAEL, EL ANGEL MENSAJERO.

Por:

Erase una vez un ángel llamado Misael. Cuando Dios lo creó en el cielo estaban todos los ángeles felices, ya que el Padre Celestial no sólo estaría creando uno de ellos sino que tendría la misión de llevar el mensaje de Dios por todo el mundo. Así es que cuando Misael abrió sus ojos por primera vez, ya tenía una misión que cumplir.

El tiempo había pasado y aunque Misael era un ángel bastante joven, Dios le había dado muchas encomiendas, casi no le daba tiempo para estar sin hacer nada, pues siempre tenía la responsabilidad de llevar el Mensaje del Padre a los hombres.

Un día Misael regresaba de la tierra, luego de haber cumplido con su tarea y al llegar al cielo seguía con la misma energía con la cual había partido más temprano. Quiso hablar con algunos de sus amigos, pero estos estaban tan ocupados que casi ni se dieron cuenta que el joven ángel estaba allí.

Misael era un ángel con mucha energía, así es que en ocasiones Dios le daba hasta cinco encomiendas al día y con todas podía. Dios estaba feliz con él y aunque todos en el cielo nunca descansaban, ya que el hombre siempre está necesitando del Padre Celestial, todos le amaban profundamente.
Sin embargo, eso no evitó que el angelito se metiera en problemas. Y allí estaba Misael, mirando a los hombres desde arriba y cuando ya estaba a punto de quitar la vista de la tierra, pudo ver a una mujer madre de dos niñas gemelas como de unos trece años las pequeñas. 

El ángel se dijo: “no creo que el Padre se moleste conmigo por llevarle el mensaje a ella, total, es obvio que necesita
mucho de Él” Siempre el Padre era quien le asignaba con quien iba a tratar, pero esta vez el ángel no esperó que Dios lo hiciese y por iniciativa propia fue a trabajar, y aunque lo que haría no era nada malo, él en su corazón sabía que no estaba bien que saliese sin ser enviado por el Padre Celestial.

No lo pensó dos veces y voló rápidamente a la tierra y en un santiamén estaba parado al lado de la mujer, ésta vivía en suma pobreza y en el instante que llegaba pudo escuchar lo que ella haría con sus dos niñas. Inmediatamente el ángel comenzó a realizar lo que hacía con mucha destreza, se acercó a la mujer y le decía al oído cuánto Dios le amaba, de cómo estaba a su lado, que lo que haría no estaba bien, que sus hijas eran sus princesitas las que Dios le había dado, sin embargo, ella tenía el corazón un poco endurecido y sacudió la cabeza, como si supiese que había alguien a su lado que le estaba susurrando.

Misael esperó que saliera de la vivienda y siguió a la mujer y a sus dos hijas, por todo el camino el ángel le volvía a repetir las mismas palabras, una y otra vez. El no se daba por vencido tan fácilmente, la mujer llegó a un antro, un bar de mala muerte y allí la esperaban unos hombres, pronto recibiría la paga por sus dos niñas.

El ángel siguió insistiendo y cuando ya la madre estaba a punto de hacer el trato se arrepintió. Ella aceptó que estaba cometiendo un error, en qué clase de monstruo se convertiría si aceptaba prostituir a sus dos niñitas, Misael la cubrió con sus alas y la ayudó a salir de aquel lugar, él sabía que el Padre Celestial enviaría a otros ángeles y personas para que las ayudasen a ellas.

Pero, el ángel no se fue, en ese mismo instante vio a otra mujer, mucho más joven y él decidió que también la ayudaría. Se acercó a la muchacha quien se dirigía presurosamente al bar, Misael le habló al oído, sin embargo, parecía que ella ni siquiera lo escuchaba, él no podía entender que pasaba, y cuando ya la mujer se disponía a irse con un hombre, el ángel decidió hacer algo que el Padre muy pocas veces les permitía a menos que fuese de vida o muerte, y él creía que ese era el caso. 

Se acercó a la mujer y colocó su mano en su cabeza para poder oír sus pensamientos y al instante Misael quedó atónito con lo que podía escuchar, a ella en verdad le gustaba esa vida, disfrutaba del pecado, no quería cambiar nada, lo único que deseaba era estar allí, vivir al máximo cada minuto de su vida, no creía que Dios existiese y menos que lo que hacía estaba mal.

Misael estaba muy triste y confundido, siempre pensó que todos los seres humanos eran obligados a cometer pecados por Satanás y sus demonios, pero descubrió que algunos humanos en verdad disfrutaban del pecado y que no creían que serían condenados eternamente si no se arrepentían.

El tiempo había transcurrido sin que el ángel lo notara y en ningún momento recordó el por qué el Padre siempre le enviaba a la tierra con dos ángeles guerreros, sino hasta ese instante en el que escuchó venir a unos demonios quiénes deambulaban por el lugar buscando a quién hacerle daño. 

Misael se escondió dentro del bar, pero cuando creía que había pasado el peligro un demonio que venía al final del grupo lo vio y le gritó a sus compañeros que allí había un ángel mensajero y que estaba solo.

Misael emprendió el vuelo hacia el cielo, sus hermosas alas blancas se extendieron y aunque volaba a gran velocidad los demonios estaban cerca de él, por un momento volteó y pudo ver el aleteo de las alas negras de murciélago que cada segundo se acercaban más y más. 

El ángel clamó y gritó en su mente: “¡Padre ayúdame!” no había terminado muy bien de pronunciar las palabras cuando cuatro ángeles a caballo le pasaron por un costado, eran ángeles guerreros que vinieron en su auxilio.

El Padre le esperaba en el cielo, Misael sabía que le había fallado, que había desobedecido por haberse ido sin permiso, había expuesto su integridad física y más aun, roto con el protocolo del cielo. 

Cuántas normas había violado, sabía que merecía ser castigado, si Dios le quitaba su trabajo se lo tendría ganado.

Dios al verle le abrazó, Misael no podía entender que pasaba, pero el Padre le dijo suavemente: ”Sé que estás arrepentido por lo que hoy hiciste, sin embargo, ya te he perdonado, conozco tu corazón, sabía lo que harías y más aun sé que nunca más volverá a pasar. Eres un ángel joven y te amo así como eres, con tu ímpetu, dispuesto siempre a ir a donde yo te envíe, con un amor especial hacia la humanidad, hoy descubriste algunas cosas que aun no te había revelado, ayudaste a una mujer y sus dos hijas, las cuales ya están en buenas manos, yo te iba a enviar con ellas aunque tu te me adelantaste”.

Misael estaba apenado y arrepentido por todo lo ocurrido, Dios le amaba tanto y él ni siquiera lo había notado. A partir de allí le asignaron otras tareas además de las que ya realizaba, nunca más volvió a pasar algo parecido, ni nadie se acordó de lo ocurrido.

Misael quien ahora tenía a su cargo un grupo de ángeles mensajeros, siempre les recordaba cuáles eran las normas y qué si y qué no podían a hacer.

Su fama de Ángel Mensajero se conocía por todo el Reino y los hombres recibían oportunamente el mensaje de Dios en el momento indicado, no antes ni después.

FIN

 

Kary Temponi

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