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CIENCIA Y TECNOLOGíA

5 de diciembre de 2021

Especialistas del CONICET trabajan para repoblar de pejerreyes la cuenca del Plata

Un equipo de investigación, junto con autoridades y comunidades de pescadores, puso en funcionamiento un sistema ecológico de cría masiva en lagunas bonaerenses para compensar las extracciones de esta especie emblemática.

Si bien la línea de investigación tiene más de dos décadas, la última conquista alcanzada por el proyecto en particular de cría masiva de pejerreyes es una de las más desafiantes de la carrera científica: transferir el conocimiento a la sociedad. En este caso, logró plasmarse en el trabajo conjunto entre sus responsables, un equipo del Instituto de Limnología “Dr. Raúl A. Ringuelet” de La Plata (ILPLA, CONICET-UNLP-asociado a CICPBA); la Dirección Provincial de Pesca de la Provincia de Buenos Aires -dependiente de la cartera de Desarrollo Agrario-; la Municipalidad de Lezama; y sectores de su comunidad vinculados a la actividad pesquera.

El proyecto se enmarca en la denominada acuicultura ecológica, una tendencia que promueve el cultivo de peces de manera sustentable y con el mínimo impacto sobre el ecosistema. En este caso, consiste en la cría por medio de jaulas flotantes de pejerreyes, un pez originario de la cuenca del Plata muy apreciado para la pesca deportiva o recreativa, es decir, aquella que no implica un lucro o ganancia. Si bien el sistema ya se utiliza en el mundo para otras especies, aquí fue necesario adaptarlo a sus características particulares y a las de estas lagunas pampeanas. En ciclos anuales, el procedimiento comienza cada primavera –momento de máxima reproducción– con la siembra en dichas estructuras de 10 a 20 mil larvas, individuos recién nacidos que miden apenas 2 o 3 milímetros.

“Las larvas son aportadas por la Estación Hidrobiológica de Chascomús, que también forma parte de este trabajo colaborativo. Pero antes de recibirlas, nuestra tarea es fabricar las jaulas e instalarlas en los cuerpos de agua en los que van a funcionar, en este caso la laguna Salada de Monasterio, en Lezama, y otras de la zona”, relata Javier Garcia de Souza, investigador del CONICET en el ILPLA y uno de los integrantes del equipo. Así, los diminutos individuos son introducidos en un espacio delimitado por una malla muy finita que evita su escape pero permite el intercambio de agua y la entrada de zooplancton, su alimento natural y lo único que comerán, ya que el sistema no incluye el uso de suplementos artificiales.

A partir de allí, se controla periódicamente el crecimiento de los peces y, dependiendo del objetivo que se persiga, cuando tienen entre 4 y 6 centímetros se los divide en lotes que se ubican en nuevas jaulas con un entramado de malla más grande, para que continúen su desarrollo con más espacio. Son precisamente las condiciones del ambiente las que indican qué densidad máxima de peces es posible criar en cada laguna. “La liberación final se realiza al cabo de 6 a 9 meses, una vez que alcanzan alrededor de 15 centímetros”, explica Darío Colautti, investigador del CONICET y director del ILPLA, donde ha sido pionero de la línea de investigación, y continúa: “Así, al salir como juveniles adaptados al medio en el que se los crío, tienen una tasa de supervivencia muy alta que permite reforzar las poblaciones silvestres de pejerreyes, las únicas que están abasteciendo los requerimientos gastronómicos y la demanda de los pescadores”.

La región con la que desarrollan esta articulación científico-productiva y social está muy vinculada a la pesca deportiva, que se erige como el principal atractivo turístico, y de ahí el interés local en la producción del pejerrey, la especie piscícola con mayor importancia económica. “Además de las autorizaciones y otras formalidades imprescindibles para desarrollar el proyecto, en la práctica trabajamos con la Asociación de Pescadores de Lezama y el camping pesquero La Salada de Monasterio, dos organizaciones que se encargan de observar diariamente el funcionamiento de la técnica porque están allí, y nos brindan información esencial a partir de la experiencia práctica que complementamos con nuestros estudios del agua y de las condiciones ambientales de la laguna para ir perfeccionándola todo el tiempo”, señala Garcia de Souza.

Aunque admiten que las comunidades pesqueras tienen de por sí una sensibilidad ambiental y una responsabilidad que las hacen respetar los reglamentos y cuidar los recursos, la necesidad de implementar estrategias para compensar las extracciones de pejerreyes sigue siendo una realidad en estas lagunas sometidas a explotación, y por eso el proyecto de acuicultura ecológica se ajustó perfectamente a los requerimientos del municipio. “El repoblamiento de esta especie es el objetivo principal del trabajo y estamos en permanente evaluación de su eficiencia. Pero también tiene un costado de concientización social que es igual de importante, y que está teniendo efectos inmediatos”, apunta Colautti.

En ese sentido, los investigadores aseguran que colocar las jaulas flotantes, monitorear el crecimiento de los peces y trabajar junto a organizaciones locales redunda en un marcado interés por parte de los habitantes, que se acercan a preguntar cómo funciona el sistema, se sorprenden al ver los rápidos progresos y suman sus acciones individuales en pos de preservar el recurso pesquero. “Los factores que intervienen son muchísimos y el desafío es mantener un equilibrio. Se requiere un conocimiento integrado de todo el ecosistema y un manejo adecuado de las cantidades y las escalas para no saturar un ambiente, contaminarlo o hacerlo colapsar”, puntualiza Garcia de Souza.

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