En un escenario de verdades dudosas y un discurso que raya en lo surrealista, el presidente de la Nación, Javier Milei, utilizó la cadena nacional para proclamar un supuesto "triunfo histórico", adornado con un resultado contable cuestionable y una visión fantástica de la lucha contra la inflación. Desde el tono épico, Milei presentó el camino hacia un destino soñado, resaltando el "sacrificio heroico" realizado durante su gestión, que, según él, ha recorrido más de la mitad del camino hacia el éxito.

En un intento de ofrecer una versión palpable de la realidad, Milei destacó los sectores económicos en expansión, como minería, petróleo, gas y campo, atribuyendo este crecimiento a la política de ajuste aplicada. Sin embargo, omite mencionar las consecuencias negativas de estas medidas, como la recesión económica más salvaje en la historia del país y una distribución desigual de los costos, que afecta principalmente a los sectores populares.

El presidente aludió al déficit fiscal heredado de manera apocalíptica, presentando cifras manipuladas para exaltar su supuesta gestión exitosa. Sin embargo, su anunciado "superávit fiscal financiero" oculta compromisos impagos del Estado y una creciente deuda del Banco Central. La realidad financiera presenta un escenario mucho menos triunfal de lo que se pretende mostrar.

Además, Milei elogió la supuesta desaceleración de la inflación, atribuyéndola al fin del déficit fiscal y la emisión monetaria. Sin embargo, evade reconocer que estas políticas también han contribuido al deterioro de la economía y la pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos.

En su discurso, Milei intenta desviar la responsabilidad de las crisis económicas pasadas hacia "los políticos", mientras ignora las consecuencias desfavorables de sus propias políticas. Promete un futuro prometedor basado en la iniciativa privada para la obra pública, pero ignora los fracasos previos de este enfoque y los riesgos asociados a la dependencia del sector privado.

Finalmente, Milei elogia a sus ministros, Luis Caputo y Santiago Bausili, como "patriotas" y arquitectos del "milagro" económico, a pesar de las críticas internas sobre la falta de resultados. Su discurso, más que reconocer los desafíos y fracasos, parece ser una narrativa diseñada para mantener una imagen de éxito y justificar su agenda política.