LA TENUE DIMENSIÓN DE LOS DÍAS

Hay días de cavernas, días de escaleras, días de tejados, días de sótanos, días de arena, días de madera, días de piedra, días de agua: de agua de playas, de agua de lluvia, de agua de rocío. Hay días de nubes. Hay días de vidriera, hay días de vidrio, hay días de espejos.

Días de miradas, días de ojos, días de sonrisas, días de sueños, sueños sin días. Días de techos, días de piso, días de ventanas. Ventanas de largos paisajes, ventanas de medianera, ventanas con rejas, ventanas con malvones, ventanas sin nada. En esos días, seguro hubo días de amor y días de odio, días de sorpresa y días de indiferencia, días de tristeza y días de alegría. Días sin tiempo y días de tiempos interminables. Días de enano y días de gigante, días de luz y días de sombras, días que parecieron noches y noches que tuvieron toda la luz del día.

Y nosotras, ¿qué fuimos en esos días? ¿Percibimos acaso la extrañeza de lo distinto, o solo la distancia permitió captar su verdadera dimensión?

A veces, el día de trinchera parece eterno, y tal vez, si llega a tiempo la sonrisa o el abrazo, se transforme en día de nube, o en día de rocío, o en día de lluvia serena y nutritiva. Muchos días el gigante de los días desplaza a su enano de turno. Pero, si el día escalera está empinado, tal vez te ahogues pronto, o el día tristeza te invada plenamente. Pero, si el día de escalones es de suave caída, los días de luciérnaga te encenderán, y, aunque las tinieblas no se hayan disipado, el día horizonte amanecerá y se llenará de días de futuro en esa existencia fluctuante que nos depara cada día, de cada vida.

MARÍA EVA MAGUIRE