Historias cercanas.
Halladas a la vuelta de una esquina.
Por Francisco Álvarez –El recopilador.

Zamba de los mineros
Jaime Dávalos y Cuchi Legizamón.

Pasaré por Hualfín
Me voy a Corral Quemao.
Pa lo de Marcelino Ríos
Para corpacharme con vino morao...

Yo soy ese cantor
Nacido en el carnaval
Minero de la noche traigo
La estrella de cuarzo de Culampajá.

La zamba de los mineros
Tiene solo dos caminos
Morir el sueño del oro,
Vivir el sueño del vino.

Molino de Maray
Que mueles con tanto afán
Mientras otros muelen el oro
Marcelino Ríos su uva molerá.

Me voy a Pirquinay
Veta del Culampajá
Cuando a mí me pille la muerte
Tan solo esta zamba me recordará.

La zamba de los mineros
Tiene solo dos caminos
Morir el sueño del oro,
Vivir el sueño del vino.

El Molino de Marai, es una gran roca que se maneja
entre dos hombres, girándolo, aplastando, rompiendo
 el mineral del cual se desprenderá el tan ansiado oro.

El Culampajá es una antigua mina en la provincia de Catamarca, en el departamento Belén, que dataría posiblemente ya de época pre-hispánica, de donde se extraía oro y ya lleva mucho tiempo abandonada, aunque se cree que aún éste no se habría agotado, pues a veces suelen pasar helicópteros registrando desde el aire alguna posibilidad para algún nuevo emprendimiento.

En cercanías el sitio prosigue habitado por un pequeño caserío desparramado y una escuela. El lugar está situado a 2.800 m.s.n.m. y ahí se respira pobreza, ahí todo se basa en el amor al lugar y en el empeño para empezar cada día. Allí el oro, que ya no se explota, está muy ligado a la pobreza de su gente, apenas un puñado. Muy cerca de la mina está la escuela, que tiene sólo un grupito de alumnos que una vez terminada la primaria sólo podrán seguir estudiando si se van a otra localidad.

Hace frío buena parte del año y aún en verano, donde las noches tienen una brusca baja de temperatura. Están en lo más alto de la montaña, casi tocando el cielo. Para llegar ahí sólo hay una huella a la que se accede, de tanto en tanto, con poderosas camionetas cuatro por cuatro, pero jamás con un vehículo común. El escenario muestra el camino, la montaña nevada en lo más alto y la nada. Vivir allí es todo un tema, pero dar clases ahí también implica un enorme desafío. Allí los niños dejan de serlo bastante pronto, son niños qué escasamente allí lo son, y así ellos mismo lo dicen…

Niño aún, aunque desconoce hayan juegos de otros niños,
ya conoce la profunda oscuridad de lo que es su vida. 

Yo jamás fui un niño:

Mi sonrisa es seca y mi rostro es serio,
mis espaldas anchas, mis músculos duros
mis manos partidas por el crudo frío
sólo ocho años tengo, pero no soy niño.

Detrás de mis ovejas ando por el cerro
y cargau mi leña bajo hasta mi puesto
a soplar el fuego, a mismiar mi soga,
y no tengo tiempo para ser un niño.

Los años caminan y todo es lo mismo,
moti, sal con lechi son mis caramelos,
mi juguete un chivo o el perro ovejero,
poco tiempo tengo, pero no soy un niño.

Mi avión de juguete es un cuervo viejo,
mi camión un burro de trotar muy lento,
mi amigo, es el zorro que roba mis cabras
y es todo mi consuelo de poder ser niño.

Mi rostro es de viejo y mi andar de agüelo,
mis pieses partidos por piedras del cerro,
mi poncho rotoso por el fuerte viento,
todo eso me dice, que no soy un niño.

¡Y no hay reyes magos,
no hay Días del Niño,
jamás tuve suerte
de poder ser niño!

-Fortunato Ramos
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Fuentes: http://guillermotornatore.com/2009/12/los-ninos-mineros-de-culampaja/[email protected]
Foto 1, Viajeros4x4.com:  Corral Quemado, la puerta de la montaña.
Foto 2, de internet-Crédito a quien corresponda:  Molino de Maray
Foto 3, https://es.wikiloc.com/wikiloc/user.do?id=1878452:  Niño curtido.