General Motors confirmó un nuevo recorte de personal en la planta de Alvear, en Santa Fe, donde ofreció otros 90 retiros voluntarios. La automotriz, que antes empleaba a 1000 trabajadores, hoy funciona con apenas 600. Desde la asunción de Javier Milei, el ajuste llegó al 40% del plantel, en medio de un clima de caída productiva, apertura importadora y nulas señales de apoyo a la industria nacional.

El personal desvinculado tenía en promedio 15 años de antigüedad y, según el sindicato, recibió un pago equivalente al 120% de lo establecido por ley para aceptar la salida. El secretario general de Smata Rosario, Sergio Gazzera, advirtió que el panorama para 2026 es igual o incluso más grave, con paradas programadas, suspensiones y salarios reducidos al 75%.

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La crisis comenzó tras la decisión de discontinuar el modelo Cruze, lo que dejó al Chevrolet Tracker como única producción activa. Aunque en un primer momento crecieron las exportaciones hacia Brasil, el mercado se derrumbó tras la devaluación inicial del gobierno de Milei. Para febrero, la demanda del país vecino cayó a la mitad, haciendo inviable sostener los niveles de empleo anteriores.

En apenas dos años, la compañía pasó de contratar personal a encadenar despidos masivos. Solo entre abril y diciembre de 2024 se registraron cerca de 200 desvinculaciones, a las que se sumaron 260 retiros voluntarios y 49 despidos entre enero y febrero de 2025. Ahora, con los últimos 90 retiros voluntarios, la reducción se profundiza.

La caída de General Motors golpea directamente al corazón del entramado industrial. En la industria automotriz, cada puesto directo genera entre tres y cinco empleos indirectos en autopartistas, logística, servicios y comercios. El retroceso de una terminal arrastra a toda la cadena y amplifica el impacto económico en la región.

El titular nacional de Smata, Ricardo Pignanelli, advirtió que la situación excede a una planta o a una mala decisión empresarial. “Se perdieron 6.000 puestos de trabajo... la estamos peleando todos los días. Los chinos no van a poner fábricas de autos en Argentina; a lo sumo harán sociedades con las terminales que ya están. En Brasil ponen fábricas”, señaló, al remarcar que la crisis responde al actual modelo económico y no a un problema puntual del cordón industrial rosarino.

Mientras la política industrial del Gobierno privilegia la apertura y la competencia externa, el futuro de la producción automotriz local queda cada vez más comprometido. Para los trabajadores de General Motors, el ajuste ya se volvió parte de la rutina. Y para el sector, la tendencia a la baja parece inevitable.