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EL RECOPILADOR

28 de abril de 2022

Leyendas y mitos de Buenos Aires.

Historias cercanas.
Halladas a la vuelta de una esquina.
Por Francisco Álvarez –El recopilador.

El hombre de la bolsa… existió!

-Hasta los años ’60… cuando un niño se comportaba un tanto travieso y desobediente con la mamá, ésta lo advertía… “Si no te portas bien, va a venir el hombre de la bolsa y te va a llevar.”

   Según cuenta la historia era un italiano que, cuando llego a la Argentina, se casó con una mujer que tenía 2 hijas, y él con ella tuvo dos hijos más: Este hombre trabajaba recolectando residuos. Corría el año 1906 y en el basural donde él iba a dejar lo recolectado, un día alguien encuentra en una bolsa un recién nacido muerto.
   Comienza la investigación, luego al tiempo aparece otro y así sucesivamente… hasta que un día lo descubren a este hombre. Él tenía relación con sus hijastras y los niños que nacían los mataba y los ponía dentro de una bolsa de arpillera para llevarlos y desaparecerlos… y de ahí,  le quedo el mote de “El viejo de la bolsa”. Su nombre era Cayetano Grosi.

El hombre de la bolsa.

 

Vale agregar aquí una humorada de Les Luthiers: -Dice la madre: “¡Nene, tomate toda la sopa o lo llamo al hombre de la bolsa!”…… -Señooora…, y si el hombre de la bolsa… tampoco quiere tomar la sopa?!!
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El taxi del cementerio.
 
-Otra leyenda conocida en Chacarita es la del  'taxi o taxista fantasma' o 'taxi del cementerio'
–cuenta el investigador e historiador Hernán Vizzari-  dice que se trata de un auto viejo al que maneja un hombre pálido, esquelético. Quienes lo toman, apresurados por llegar a su destino, ni se fijan en esto hasta que es tarde. Pero algunos de los que venden flores y placas saben que únicamente entra al cementerio y “deja al pasajero ahí para siempre". 
El cuento tiene una vuelta. "Señala que solo hubo un valiente que pudo salir de ese taxi y que cayó entre las tumbas al desmayarse. Y que contó que apenas subió notó un olor fétido, que el chofer nunca le habló y que cuando logró verlo por el espejo descubrió que sus ojos eran huecos. Que empezó a sentir falta de aire, taquicardia y que logró tirarse del coche. Que se arrastró entre cruces y vio que el taxi frenó de golpe. Y que cuando recobró el conocimiento, un cuidador llegaba para ayudarlo".

Crematorio del cementerio de La Chacarita.

 

La maldición de la Facultad de Ingeniería.


   No todo lo que brilla es oro y no todas las obras monumentales guardan historias felices. La actual Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires comenzó a construirse en 1912 bajo las órdenes del reconocido ingeniero Arturo Prins. Detallista y obsesivo, apuntaba a construir el edificio  neogótico más sorprendente de la ciudad. Todo comenzó muy bien hasta que en 1938, cuando ya había finalizado la primera etapa de construcción, misteriosamente se frenó el trabajo.  Algunos hablaron de que los costos habían superado lo presupuestado y otros que los planos tenían un error de cálculo que, de continuar la obra, esta terminaría en un derrumbe. Prins murió un año después y las malas lenguas afirman que decidió suicidarse por no haber soportado el error cometido. En los años ‘50, un estudiante quiso retomar el proyecto y armó una tesis para continuarlo. No sólo no lo llevó a cabo sino que además jamás se recibió. A partir de ese momento, nadie más se animó a continuar el edificio que está en la avenida Las Heras, en el barrio de Recoleta, imponente e inconcluso.

 

Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Buenos Aires
Avda. Las Heras entre Cantilo y Azcuénaga.

 

 

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